En busca de la patata frita perfecta

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Soltar

He empezado el año enferma, porque claro, ¿qué mejor manera de recibir el 2025? Hasta las tres de la tarde del día 3 no he vuelto a sentirme persona. Persona funcional, quiero decir. Le he mandado un audio a Mai, y si alguien nos escucha parece que somos la misma persona: misma afonía, misma cadencia de voz destartalada. Después, he hecho lo que mejor sé hacer en estos casos: buscar un pequeño ritual que me devuelva un poco de calma. Me he puesto en la tele algo que llevaba tiempo sin ver, Citas Barcelona, y he ido directa al capítulo de Valle y Quimi. Porque hay días en los que necesitas certezas, y ellos nunca decepcionan.

Hablan del destino, del amor, y de las mechas de Claudia en el instituto (que, por supuesto, son un guiño descarado a las icónicas de Valle en Compañeros). En los primeros minutos sueltan una charla sobre dejarse llevar, sobre cómo a veces eso es lo importante. Lo dicen delante de alguien como yo, que no sabe muy bien cómo encajar esa idea. Porque soy de las que necesita tener todo controlado, no porque sea una maniática, sino porque ese control me da tranquilidad. Ya lo decía aquel niño de Teruel, que la tranquilidad es lo que más buscamos. Para mí, pensar en todas las posibilidades, tener un plan A, B y C, me calma la mente. Pero, aun así, tengo que darles la razón.

A veces dejarse llevar tiene sentido. A veces te llevas alegrías inesperadas: buenas noticias, noches memorables, domingos que no cambiarías por nada, viajes en tren, abrazos que duran horas, vuelos con vistas increïbles y sobre todo personas que hacen que te replantees todo lo que te ha ocurrido hasta ahora. Y quizás no sea cosa del destino ni de teorías como el hilo rojo o los in-yuns. Pero a lo mejor sí hay un propósito, aunque sea pequeño, como recordarte lo que habías olvidado mientras estabas ocupada preocupándote por alguien que no lo merecía, pero estas cosas siempre llevan su tiempo.

Porque, seamos sinceros, hay personas que logran robarte toda tu atención con mentiras suaves y constantes, como una gota que desgasta la piedra. Poco a poco te encuentras atrapada, pensando que tienes que gustarles, que debes ajustarte a lo que quieren, como si tu propia existencia dependiera de ello. ¿Y si no? ¿Qué pasa si no les gustas? ¿Se acaba el mundo?

Spoiler: no. Pero hace falta tiempo, distancia y unos cuantos recordatorios (a veces de ficción, a veces en forma de mensaje por la noche o de viaje express) para darte cuenta de que el problema (casi) nunca fuiste tú. Y que, al final, soltar no es tan aterrador como parece.

Así que supongo que este año se trata de dejarse llevar un poco más. No demasiado, no nos flipemos, que una sigue siendo amiga del Excel emocional. Pero lo justo para llevarme las sorpresas que me he llevado en la ùltima etapa de 2024, a momentos que no estaban en el plan. Porque a veces, la tranquilidad no está en controlarlo todo. A veces está en soltarte, aunque sea solo un rato.