Decepción aprendida

Casi siempre escribo pensando en personas que no me leen. No es que me lea mucha gente, esto lo hago por mí. Porque hace poco me di cuenta de lo importante que es para mí guardar estas cosas. Y no puedo ir con diarios a cuestas por las más de 7 mudanzas que he hecho en mi vida. Porque soy muy chapas.

Siempre pienso que tengo muy buena memoria, la tengo, y con mucho detalle, pero siempre hay temas que se me escapan. Hace poco recuperé posts de un blog arcaico que borré porque en un arrebato pensé que qué vergüenza me iba a dar leerme en unos años, todos esos sentimientos que escribía a veces medio en clave, que (casi) nunca leían las personas sobre quienes trataba - aunque luego he sabido de alguna que sí, de ahí el casi-, pero que yo siempre entendería. Porque aunque no me acordara de alguna referencia concreta, puedo hacer un mapa cronológico de mis últimos 14 años. Cuando te rompen el corazón varias veces, te recuperas (y cada vez más rápido) pero siempre te acuerdas de cuando pasa.

Te acuerdas de esa sensación en la boca del estómago, cuando alguien tiene una conversación contigo que significa que todas las emociones que has sentido hasta el momento no han servido de nada, que te olvides, te desprendas de ellas, que no va a pasar. No va a pasar porque no están buscando lo mismo, están aún buscando a otra persona, o la han encontrado mientras. Con sus cien mil variables.
Para mí ha sido muy difícil siempre deshacerme del miedo a ese puñetazo en la boca del estómago, como si fuera un rasgo biológico de tanto que lo he sentido.

Es más fácil para mí decirle a alguien que le quiero que decirle que le admiro. El sentimiento de admiración lo siento por poquísima gente. Y me es muy difícil desprenderme de ese sentimiento una vez lo he conocido con respecto a alguien. La única manera en la que dejaría de admirar a alguien es porque me ha decepcionado.
Ser desleal conmigo es el mayor insulto que puedo recibir. Puede que me enfade, pero es poco habitual. Sobre todo me entristece a unos niveles que me dejan hecha polvo. Nunca he sido una persona extremadamente feliz. Aunque según me decía una persona a la que quiero mucho ayer, soy “una chica pizpireta que sonríe mucho”. Pero eso es por fuera.
Es evidente que he creado una personalidad social en la que todo está siempre bien para no molestar. Desde siempre recibimos, sobre todo las niñas, la máxima de portarnos bien, de no molestar, y de siempre obedecer. Y, por ende, aparentar estar siempre bien para que nadie se preocupe demasiado o deje de hacer sus cosas porque le necesitas.
Me doy cuenta de que por no molestar me he comido muchas decepciones de personas, soporto muy bien a gente con la que no comparto valores, aguanto genial a gente insoportable para el común de los mortales, y no tengo muy claro el por qué. Por no molestarles diciéndoles que no soporto su forma de ser, probablemente. Aunque jamás lo diría así, claro. Siempre tendría una manera más sutil de alejarme. Sin embargo, no me siento capacitada por si eso hace daño a la otra persona.
Nunca he sido una persona extremadamente feliz, siempre he sentido que tengo mucha tristeza dentro. A veces soy más consciente de esa tristeza, otras menos. He tenido temporadas en las que no era capaz de salir de la cama, y he tenido épocas en las que he sentido una energía desconocida dentro, supongo que es eso a lo que otras personas llaman “estar bien”.
Pero recuerdo cada una de las veces en las que alguien me ha decepcionado. Corrijo. Recuerdo cada una de las veces en las que alguien a quien admiraba me ha decepcionado.
Ha habido personas a quienes he perdonado con el tiempo, ha habido personas que me han defraudado y me he dado cuenta con el tiempo, y hay personas que han escudriñado su camino para hacer que siga aceptando situaciones del todo intolerables para el común de los mortales. Sigo sin entender cómo. Pero supongo que es un poco de lo mismo. Porque no quiero discutir, no quiero sacar ciertas cosas.
Ayer le contaba a una persona muy, muy importante de mi vida que seguramente la razón por la que siempre me siento tan triste es por la falta de cariño en mi vida, en términos generales. No me he rodeado casi nunca de gente cariñosa, por alguna razón siempre acabo con gente que no lo es tanto cerca. Y es algo que me falta, pero que tampoco sé pedir. Y que cuando lo he pedido, no ha salido bien. Y me frustro aún más. Pero creo que mi mayor frustración ha sido cuando tras haberlo pedido, no es que no sepan, o que no lo sean. Es que no han querido. Porque posteriormente lo han sido, por lo tanto y sin poderse evitar, la tristeza es aún mayor.
Lo que no le dije ayer a esa persona es que a pesar de que es una sensación perenne la que tengo siempre respecto al cariño, tengo la suerte de que es, precisamente, una persona a la que nunca asociaré esa sensación.



Por cierto, recientemente he añadido la opción de dejar comentarios, se pueden dejar de manera anónima, así que estaré encantada de leerte :)


Ane Fano Dadebat6 Comments